martes, 8 de septiembre de 2009

Como un sol de mediodía.




Siempre me ha gustado asomarme a la ventana las noches de luna llena.

En éste rincón del mundo, donde el cielo te regala toda su belleza en su máximo esplendor, las noches se inundan de una magia especial cuando la luna decide salir de su armario y enfrentarse al universo con gallardía.

La luna es valiente cuando quiere, aunque a veces se encoge en una esquinita, se hace pequeñita como si tratase de desaparecer, agazapada dentro de sí misma, como una niña asustada; me gusta pensar que lo hace para tomar fuerzas, para descansar de sus batallas, para lamer sus heridas y curarse. Luego aparece en todo su esplendor, desafiante, como un faro en medio de la noche para guiar a los perdidos, a los ajenos, a los descorazonados.

Anoche mi luna era amarilla y era toda mía hasta que nos despedimos juntas del mundo, cuando las calles comenzaban a desperezarse.

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